Swing y Jazz: baile y fantasía
El swing vive y goza de buena salud en la ciudad de Buenos Aires.
Hace unos meses, casi un año ya, comencé a asistir a clases de swing. El motivo no era ninguno en particular. Quería hacer algo que me divirtiera y me animara, relacionado con la música de alguna manera, una manera nueva, que me trajera alegría y novedad. Fuí a diferentes clases en lugares como teatros, clubes sociales, estudios de danza, hasta dar finalmente con uno abierto a la comunidad a solo 2 cuadras de mi casa, en el centro cultural Nicolás Olivari. Mi curiosidad fue creciendo y en las noches de festivales de jazz, mi inclinación era por las orquestas de swing. Me hice de un ambiente feliz, relajado y divertido. Y sume nuevos conocimientos musicales sobre una tarea que creía tenía floja. El jazz en todas sus expresiones. Pero finalmente me di cuenta que no. Que este amor viene de lejos.
Dicen que el jazz es difícil. Es verdad y no lo es. Depende por dónde entremos. En particular, me costaba entrar al mundo del jazz al no poder seguir una melodía. Puede sonar tonto, pero me ponía nerviosa no saber dónde terminaba y empezaba cada cosa. No había estrofa, estribillo, estrofa, estribillo, coda, estribillo. Era toda una nebulosa de sonidos. Agradable por momentos, irritante por otra. Cómo se baila, se tararea, se toca esto. Todo extraño, ajeno y aparte difícil. Pero con los años y alguna que otra ayuda le fuí encontrando la vuelta.
Una de las grandes vueltas fue una película de culto: Swing Kids.
Swing Kids es una película sobre el nacimiento de la Alemania Nazi. Su banda de sonido recorre el jazz en muchas de sus expresiones. El tema más conocido del OST es Sing, sing sing (with a swing) de Benny Goodman. Oriundo de Chicago, Goodman comienza a tocar a los 16 años y luego se muda a Nueva York, donde firma con Columbia Records. Uno de sus primeros éxitos con esta discográfica es Riffin’ The Scotch a cargo de Billie Holliday. Con el cambio de casa discográfica (pasa a RCA Records) llega la orquesta que dará éxitos como el que utilizaran en Swing Kids, pero también otros a cargo de la gran Ella Fitzgerald y Peggy Lee.
Así entendí que el jazz tenía canciones y podía ser, efectivamente, cantado y bailado. Solo tenía que buscar y, en ese sentido, Hollywood y sus películas de teléfono blanco fueron grandes aliados. Los musicales, las comedias, los bailarines, las orquestas en vivo. Pocas cosas recuerdo con más felicidad que el día que vi en copia restaurada Cantando bajo la lluvia.
El jazz comenzaba a tomar un lugar relacionado a la alegría. Cada oportunidad de escucharlo era una oportunidad de abordar una música en donde las cosas fluían de una manera elegante, fina y, si es posible decirlo, enamorada. Muchos musicales comienzan a formar parte de mi vida y la idealización de una época dorada se hace presente. Hay una película clave en todo esto y es High Society porque es la que me hace conocer a Cole Porter.
Otra favorita indiscutida es Funny Face que conjuga dos amores personales: Audrey Hepburn y los libros. Funny Face es divertida, eterna. Hepburn trabaja en una tienda de libros en Greenwich Village y Fred Astaire la descubre en su búsqueda de una nueva cara para la moda. La banda de sonido no recorre solo el género jazz, pero el baile de Hepburn en la escena bohemian dance, es una obra de arte en sí misma y una manera única de encarar el jazz.
Toda esa época del cine me parece espectacular. No me alcanza decirlo una vez. Me cuesta seguir escribiendo, mi impulso es dejar este pedacito de pantalla y sumergirme en alguna de estas películas. La felicidad es así, te llama, como un canto de sirena y una va. Pero sigo escribiendo para armar un mapa personal sobre esta música que primero era nada, y luego fue todo. Mi mamá se hace presente en todo esto y de una manera muy particular, elegante. Hay gente que tiene un don y es llevar el pelo corto. Yo, por ser brutalmente honesta, no lo tengo. A mí me queda fatalmente mal. Pero mi mamá no era de esas personas. Las fotos de su juventud bien lo indican. Un día mirando muchas de esas fotos, le pregunté por qué llevaba ese corte tan particular. Como un casquito que le abrazaba la cabeza y le contenía las ideas. Mi mamá me dijo que era por Liza Minelli. Obviamente yo no sabía en ese momento (1995 si la memoria no me falla) quién era Minelli. Ese fin de semana fuimos al videoclub—ay los años que todo lo delatan—y alquilamos dos películas: Cabaret y All That Jazz. La última no sabía por qué, ya que no contaba con la presencia de Minelli. Pero mi mamá me dijo: vas a ver las dos juntas van perfecto
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Obviamente que con 15 años no sabía, no relacionaba, todo con el jazz. Como dijo alguien: a veces no se sabe todo lo que uno sabe. Esa manera de adquirir conocimiento es la mejor. Luego las cosas se cristalizan, toman forma y sirven para reconstruir una historia íntima cargada de significado y novedades que se hacen nuevamente conocidas. De las dos mi favorita es All That Jazz y es cierto que hace un binomio perfecto con Cabaret. Mi cuadro favorito es There Will Some Change Made.
En esa misma década, los 90s, se viene una ola de revival del swing. Vuelvo al principio del texto y a Swing Kids de 1993. Yo la voy a ver recién en 1996 por HBO y junto a eso voy a recibir una avalancha de información, producto de la curiosidad que me despierta ese swing. La primera es el disco de Cherry Poppin’ Daddies y un temazo llamado Zoot Suit Riot que me rompió la cabeza. Al día de hoy, ese disco me parece una pieza de arte. Luego del impacto del grunge, este tipo de bandas que aparecieron por todos lados, parecían la oposición más concreta. Elegantes, a tiempo, estéticamente opuestos, ajustados y virtuosos. Venían no solo del jazz, también del ska y el bebop.
En ese momento todavía se hacen mixtapes con elementos reales, no solamente en YouTube ;), y a mí me hicieron uno. Había de todo: The Brian Setzer Orchesta, Mighty Mighty Bosstones, Squirrel Nut Zippers, Big Band Voodoo Daddy, Lee Press On & The Nails y muchas más. Con un poco de memoria y un poco de Google, fuí armando esta lista.
Podría seguir citando, nombrando, compartiendo y recordando. Empecé esta nota sin saber a dónde iba y la fuí ordenando a medida que la cabeza me dictaba.
A veces la vida es un eterno retorno. A cosas que nos gustan y olvidamos. Que nos gustaban y de alguna manera dejamos de lado. Pero a todo se vuelve y todo tiene un retorno. Está perfecto. A veces siento que escucho siempre la misma música. No otra. La misma, que toma diferentes formas y tiene revivals. Ahora me toca otro. Me tocó el revival del swing en los 90s y por eso conocí el jazz. En el 2017, en Buenos Aires, se va formando una cadena subterránea y divertida de bailarines y fans del swing. Nos encontramos en fiestas en las que todos son bienvenidos y todos la pasan bien. Se los puedo asegurar, yo voy. Y me da felicidad de sobra por días y días.
:)