Las listas de música, los otros y yo
Un paseo íntimo por la madriguera de YouTube.
En estos tiempos de discursos unidireccionales (yo, yo, yo, antes yo y después yo también) uno tiende a creer que hace todo por primera vez. Incluso quienes somos híbridos y recordamos la vida sin Internet, nos vamos sumergiendo en una masa tibia de ego. Todo es nuevo, como cuando jóvenes, todo es reciente. Registrar el pasado cada vez es más difícil y la paradoja radica en que Internet es el archivo de historia más grande de todos los tiempos. Mientras yo escribo esto, voy formando una conciencia extra: sé que cuando Julián lo publique es para siempre. Esa conciencia fui forjándola más y más a medida que más y más trabajaba en Internet. La incorporé a la fuerza ya que por la razón primero no pudo ser. Algunos cambios fueron radicales (desde que dejé de usar mi cuenta de Twitter hace 3 años, jamás volví a usar Twitter); otros, un poco más moderados (borré a la mitad de mis contactos de Facebook y solo un pequeño porcentaje lee las cosas no vinculadas al trabajo o el evento de algún amigo) y finalmente una red social y una plataforma se llevaron lo mejor de mí: Instagram y YouTube. Todo esto que describo es un proceso que pensé estaba pasando sola, pero después me fui dando cuenta que cierto agotamiento se registra; o, más bien, uno quiere que Internet rinda. Si la conectividad es una de las herramientas más importantes de la historia, que lo sea, no que sea nada más un vehículo para canalizar ansiedad o estamparse contra la neurosis. Alimentando estos profundos pensamientos me encontré ordenando música. Una noche, luego de dos días de un resfrío intenso, me encontré preguntándome: ¿por qué no le saco nada bueno a YouTube?
Y ahí me metí en una madriguera que no conocía.
Antes ponía un disco de los Stones y…
…me ponía a trabajar. Uno de Talking Heads, uno de Ramones. Alguna cosa medio rara tipo Adam & The Ants o Crime and the City Solution. Un disco viejo de los Manics, alguno de Blondie. Una mezcla entre escuchar Aspen y buscar alguna novedad y novedad para mí es lo último de Bruce Springsteen… Ése era mi uso básico de YouTube. No buscaba en esa plataforma como había buscado en otro momento en torrents. Sencillamente ponía lo que no quería poner en el equipo de música y ya tenía en otros formatos, CD o vinilo. Pero entre el aburrimiento de una gripe y una idea de formar una mejor relación (vaya a saber por qué) con semejante máquina de producción, me hice un poco adicta. Empezó buscando a pedido de una amiga que quería una lista de ska y rocksteady para su cumpleaños. Ahí encontré los primeros hallazgos. Siguió cuando otra amiga me pidió que pasara música mientras ella leía poesía. YouTube me permitía armar una lista básica, hacerme una idea madre y luego bajar lo necesario sin perder tanto tiempo. En el medio encontraba cosas que no conocía y que luego no encontraba en torrents. Entonces volvía al link de YouTube y preguntaba si había enlace para bajar. A veces me contestaban que sí y otras me sugerían bajarlo con un programita preparado para eso. De a poco volví a tener estertores de una vida que había tenido en otra época. Como en las salas de chat para bajar música, me encontraba hablando con extraños de nombres aún más extraños. UK740209248_Evil, una vez, me sugirió un canal de música especializado en Angola. Otra vez, LOTR86 se dedicó a analizar conmigo unos segundos de una letra de los Manic Street Preachers porque no entendíamos qué decía. YouTube me arrastraba cada vez más y era casi casi como estar en una disquería. No eran los tres pisos de la vieja Tower Records de Santa Fe. Eran (son) miles de pisos.
Un día me di cuenta que eran las cinco de la mañana y…
…seguía buscando en YouTube. La mayor parte de la música la guardo y luego con tiempo la clasifico. Cambié de mail y cambié de mundo. Mi antigua cuenta de YouTube tenía mucho material, pero era un desorden, como una habitación en la que yo no tenía nada más que ver. Así que me mudé dejando todo atrás. Pero esa casi noche, casi día, a las cinco de la mañana me di cuenta de algo: no quería repetir la acumulación de música bajada y luego muchas veces quemada en CDs vírgenes, pero jamás escuchada. No quería pasar horas apretando el botón de “Mirar después” o “Favoritos” y luego clasificando pero jamás escuchando. Así empecé a regalar listas. Como antes regalaba un cassette. Recordé algo que había escuchado en un video en… ¡YouTube! Una entrevista al sociólogo Christian Ferrer. Hablaba de levantarse todos los días y alegrarle la vida a alguien. Sin motivo, que ésa fuera la premisa del día. Empecé a dejar listas por ahí. En los muros de mis amigos o en el mail. Algunas en Spotify, pero la mayoría en YouTube. A veces nada más dejo un video en el muro de un amigo, no siempre son listas. A veces son fragmentos porque YouTube también te permite fragmentar algunas cosas, escenas, momentos. Pedazos de películas de hace cuarenta años atrás, un solo de guitarra de Prince, la canción de la infancia de alguien. Y cuando YouTube deja de ser para mí y es un poco para todos, Internet, estar conectada, no es más una desconexión, es un enlace con el otro.
Hace unas semanas Greil Marcus (intelectual de la música con un futuro casi recurrente en nuestro blog) estuvo en Buenos Aires. Habló del concepto de madriguera de YouTube. Cuando leí eso no me sentí ni bien, ni mal. Me sentí en onda. En onda de sensibilidad, no de inteligencia o de pensamiento elaborado por mil. Me sentí en la misma onda de sensibilidad, bajando a la misma madriguera, hermanada por un momento y bajo un mismo concepto, con uno de los pensadores que más admiro. Sentí que si se empuja un poco y se deja de escribir al aire y porque parece gratis, uno puede ir tejiendo sensibilidades nuevas que lo encuentran en diálogo con otra persona y después con otra y más tarde con otra más. Y así se hace la vida, los amigos, el trabajo, los conocidos, los discos, la listas de música, la música misma y este post. Escribiendo algo que es de uno pero en realidad es de todos.
Algunas de mis listas favoritas en YouTube
Los sonidos de Sofia Coppola
En la tradición de Tarantino, Sofia Coppola pone dedicación y cuidado a las música que engalana sus películas. Un top 10 de sus elegidos.
Rock Steady & Ska
Una playlist vintage con los mejores sonidos de ambos géneros.
Pop sueco de los 60s y 70s
Una lista más allá de ABBA. De las más jóvenes y en crecimiento. Se aceptan sugerencias.
Punk y New Wave hecho por mujeres
No quiero presumir pero aquí hay joyas. Joyas, señores.
Soviet Pop
Para hacer la revolución y tirarse un paso