Taylor Swift y el corazón roto de una generación
Cómo Taylor Swift construye un imperio perdurable en la época del descarte.
El video lyric de Look What You Made Me Do (nuevo single de Swift luego de un largo silencio, que incluyó borrar todos sus contenidos en sus redes sociales) rompió un récord: en 24 horas fue reproducido 19 millones de veces. El récord anterior pertenecía a Chainsmokers & Coldplay, con 9 millones de reproducciones para Something Just Like Us. Un día después Swift rompe el récord de Spotify llevando su single a 8 millones de reproducciones en un día. Una semana después destrona a Adele y estrena el video oficial de #LWYMMD alcanzando 30 millones de reproducciones contra las 27 de Hello de Adele. Tan solo necesitó 6 horas para lograrlo. Dos semanas después Swift rompe su propio récord en Spotify y se destrona del número 1 con otro single …Ready For It? y se queda así con las dos primeras posiciones del servicio de streaming.
¿Cómo logra Swift todo esto? No es la primera vez que un artista le da lecciones a la industria, pero Swift parece ser la primera artista del nuevo siglo en conocer sus nuevas reglas (streaming, downloads, reproducciones, etc) y saber exactamente cómo no caer en un mar de bits.
Hagamos historia.
1989, los haters y los fans
El éxito de su último disco 1989 no fue sólo de ventas, fue también de crítica, una crítica que le venía siendo un tanto adversa y que apreciaba sus hits, pero no se la tomaba en serio. Junto con esa conquista llegaron las nuevas colaboraciones, una de las más notables es la de Kendrick Lamar en el tema Bad Blood. Con ese disco, deja totalmente atrás su imagen de chica country y pasa a ser una estrella pop. Dando por sentado que Swift es una estrella con acceso a cualquier cosa que quiera en el mundo y con el dinero suficiente como para producir videos que deben tener el presupuesto de una película nacional, hay que destacar que ella logró sacar rédito directamente de cada conflicto que atravesó en los últimos años. La prensa se dedicó a exponer cada uno de sus romances, pero disfrutó aún más con cada una de sus rupturas. En sus primeros discos, Swift tramitaba cada una de sus rupturas y le dedicaba una canción a tal o cual novio. Pero a partir de 1989 amplía el horizonte y comienza a sacar rédito de la imagen que los medios construyeron alrededor de ella. A medida que monta esa construcción, monta también un negocio altamente redituable, hijo dorado de la época del Yo. Por momentos, Swift parece no tener registro que el mundo es amplio y excede cada feud que ella mantiene con tal o con cual. Pero tiene algo y es un gran registro de los hábitos de su generación.
Internet de la mano de la posmodernidad ha logrado algo: cualquiera puede ser famoso y sufrir lo que sufre un famoso sin tener ni una sola de las ventajas del famoso. La inteligencia de Swift radica en el circuito cerrado que se reproduce en cada uno de los millenials (y centennials) que experimentan “fama” y, por ende, acoso, enfrentamientos y conflictos de diversa índole. La figura de los haters es clave. Todos tenemos a una persona que nos odia en Internet y sabemos que está ahí, agazapada, de manera silenciosa. Gente totalmente anónima con un trabajo de oficina y responsabilidades promedio, se ve envuelta en un conflicto sin límites en Twitter en donde es mencionada decenas o incluso miles de veces. Una foto en Instagram puede ser objeto de obsesión y, por ende, de trolleo, la nueva y letal manera de humillación pública. Un inocente post en Facebook puede ser compartido miles de veces y terminar en enfrentamientos personales e incluso en amenazas legales. Internet no detiene su motor y no es tierra de reflexiones, más bien todo lo contrario. Cuando Swift presenta el primer single de 1989, apunta a todas estas cosas. Shake If Off debuta en el número 1 del ranking de Billboard y romper un récord (para variar) al mantenerse por 50 semanas consecutivas. La letra de Shake It Off es simple y efectiva, como también lo es su video dirigido por Mark Romanek.
Montada sobre una base festiva y azucarada, Swift comienza dando ejemplos de cosas crueles que “la gente” ha dicho sobre ella. Que no tiene nada en la cabeza, que tiene demasiadas citas, que no logra una pareja estable. Luego aborda el famoso estribillo con la frase que será uno de sus caballitos de batalla predilectos: And the haters gonna hate, hate, hate, hate, hate
. Alcanza con hacer un simple scroll en los comentarios de YouTube para leer a fans agradecidos. Por esta canción, enfrenté a los bullys
, Cuando siento que todo se viene encima escucho esta canción
, Amo el mensaje detrás de la canción, la escucho todas las mañanas para darme ánimo
. Hay una cercanía que establece Swift con su base de fans y que logra ampliar con un sonido más moderno. Con este tema, los entiende y también les da una herramienta y una salida, simple y en apariencia fácil, para romper con el círculo vicioso del odio. Sencillamente sacudítelo de encima.
Si Swift conoce o no las debilidades de las nuevas generaciones es algo que no sabemos. Pero entiende las ambigüedades y contradicciones donde se posicionan. No vamos a negar que el acoso en Internet existe y es grave. Pero vale decir también que hay poca tolerancia ante la crítica y un nulo acostumbramiento ante el “no”. Internet permite borrar, bloquear y hacer desaparecer, a todo aquel que se atreva a no gustar de nosotros. Nos permite encerrarnos en círculos endogámicos en donde tendremos un público que nos premiará con su like y afirmará que somos unos genios. Quien no lo haga no será una persona que tiene otro punto de vista, piensa de otra manera. Será… un hater. Un troll. Y seguramente le dediquen el tema de Taylor Swift. Hay que reconocer que cierra por todos lados, tanto en las injusticias, como en las debilidades.
Cierto aire de victimización de Swift es escandalosamente artificial. La cantidad de dinero que ha hecho le permite defenderse de quien sea. Sus fans, claramente, no. Para acortar esa distancia y en una movida que demuestra su inteligencia, ante la salida de 1989 decidió organizar algo llamado “1989 Secret Sessions”.
Estos eventos secretos y privados, muestran a Swift rastreando en las redes sociales a sus fans para luego invitarlos a escuchar el disco en la privacidad de su casa. Hornea galletitas para ellos, se saca fotos, los deja jugar con sus Grammys y, por sobre todas las cosas, se muestra totalmente accesible y humana. Los teléfonos desde ya están prohibidos, no hay registro alguno de lo que pasó durante la escucha del albúm de Swift. Por algo, aclara, son secretas. Esa intimidad, ese secreto compartido, ese momento especial y único, la enaltecen frente a un ejército de fans que no pueden más que adorarla y agradecerle su existencia en esta tierra.
Y esos son los fans que van a contribuir a que 1989 sea el disco que rompió el récord de Britney Spears y su disco Oops… I Did It Again, vendiendo 1.319.000 de copias y dejando en claro que ésta es la era Taylor Swift.
Blank Space y por qué funciona
Blank Space fue el segundo corte de la era 1989. Lo interesante de esta pieza es que sirve para entender otro diferencial de Swift y es un rasgo que la distingue del resto de las estrellas pop. Swift viene del country y su tradición le enseñó a contar historias. Aunque no parezca, eso no es habitual ni normal en las canciones pop que con el paso de los años se fueron degradando. Hoy por hoy en la radio suena un compilado de sin sentidos.
En Blank Space, Swift saca rédito de su ventaja como storyteller y logra estructurar una canción de manera perfecta. Cinco razones para afirmar esto serían:
- Gran escritura. A cada estrofa le otorga un capítulo y una progresión en el tiempo. Para saber como termina hay que escuchar hasta el final.
- Gran estribillo. En el mismo Swift se pregunta si algo será para siempre en un mundo en el cual todo se desvanece con rapidez.
- Nunca rompe el tema con la intervención de un rap.
- Es una canción que se traslada fácilmente a la guitarra. Cualquier persona la puede tocar en su casa. De hecho, lo hicieron y es una de las canciones con mayor producción de covers en YouTube.
- Gran acting. Swift toma los titulares de los periódicos y traza un personaje del cual se ríe, pero al mismo tiempo usa para reivindicarse a sí misma.
Blank Space lleva al día de hoy más de 2 billones de reproducciones en YouTube y acumula casi medio millón de comentarios. Ese corte le permitió a Swift extender la campaña de su disco y conseguir lo inconseguible. Su campaña estuvo abierta por más de tres años (la mayoría de los artistas cierran sus campañas antes del segundo año) y cortar 7 singles con sus correspondientes videos.
En un show que brindó en el museo de los Grammys, Swift comentó ante la audiencia que luego de ver durante años su construcción en los medios decidió que esa manera de retratarla era efectivamente un personaje interesante sobre el cual escribir. La parodia que llevaron los medios adelante terminó redituándole 155 mil copias digitales vendidas en una semana (récord) y 4 millones vendidas en un mes (récord).
La construcción de un ícono cultural
No tenemos noticias de la vida política de Swift y ella no pretende darlas. Pero no podía ignorar que el feminismo estaba transitando un nuevo momento relevante. Al mismo tiempo sabe que ninguna artista pop que pretenda sobrevivir varias décadas, puede casarse con ningún movimiento político. Internet es una memoria eterna, es un archivo para toda la vida y siempre hay una persona dispuesta a recordarnos qué dijimos unos años atrás. Si bien Swift se había quejado repetidas veces de la misoginia que sufría al ser criticada por cantar sobre sus relaciones personales y remarcaba constantemente el doble estándar—a los hombres nadie los critica por hablar de sus ex novias o los tildan de despechados—nunca tuvo declaraciones totalmente feministas. Ante eso antepone la idea de que las mujeres no deben criticarse las unas con las otras y que denigrar a una mujer está mal. Ése fue el piso sobre el que construyó Bad Blood.
Los días previos a la salida del single Bad Blood, Swift inundó las redes sociales con posters de un squad femenino. Vestidas para la guerra, estrellas como Selena Gomez, Zendaya, Cara Delevigne, Gigi Hadid, Cyndi Crawford, entre otras, se mostraban como amazonas super estilizadas listas para la guerra. El squad femenino de Swift cobraba finalmente forma y lo notable es que no lo usaba para derribar la misoginia. Lo usaba para derribar a su principal competencia en el mercado, quizás la única con chances de hacerle sombra: Katy Perry.
Lo que se constituye para “el afuera” como un decálogo de chistes y gossip, es para los bolsillos de Swift un negocio mega millonario. Impone su visión del feminismo, sin declararse como tal, al mismo tiempo que usa la unión femenina (sororidad por usar lenguaje de la praxis feminista) para destrozar a otra. Obviamente que los números la favorecieron, el single debutó número 1 en el chart de Billboard y pasó el billón de reproducciones en YouTube.
Swift sofistica la idea de tener su propia era. Entiende que una cosa es ser una estrella pop y otra cosa es ser la única estrella pop. Swift no cuenta con la magia que evocaba Britney Spears y tampoco con el talento vocal imbatible de Whitney Houston, pero su inteligencia, por momentos en extremo fría, le permite trazar estrategias que la sostengan a largo plazo en una industria que tritura todo lo que se le pone adelante.
Si bien el chisme vende y contar este tipo de historias es interesante, lo que se esconde detrás de todo eso es la ambición de un reinado total. Cada estrella pop tiene su era y eso es lo que le va a permitir trascender realmente en la historia, no como mero producto musical del mainstream, más bien como ícono cultural y emerger en restrospectiva como un perfecto retrato de época.
Como dijo la revista New York en el año 2014, Swift es la única artista que sabe realmente cómo llegar al corazón de toda una generación.
Al comienzo de este artículo, se señaló que Swift está nuevamente entre nosotros y su regreso fue batiendo récords tanto ajenos como propios. Para la revista Forbes es la única capaz de darle discos de platino a una industria que sigue sin encontrarle la vuelta a su propia crisis. Para la publicación Vulture es la primera pieza artística de la era Trump. El regreso de Swift propició análisis más complejos, tanto desde lo económico como desde lo artístico y político. Si su nuevo disco igualará o no los números de 1989, no lo sabemos. Tiene chances de superarlos.
Lo que sí sabemos es que Swift en su artificio es mucho más auténtica que algunas de sus competidoras. Beyoncé, por ejemplo, necesita un ejército de 22 escritores para firmar un disco “personal” como Lemonade.
Swift en cambio parece entender que en una época de gran soledad, con la paradoja de estar más comunicados que nunca, al final del día uno se tiene a sí mismo. Tanto en virtudes, como en defectos. Si Swift llega al corazón de una generación es en parte por lo que le respondió a Barbara Walters unos años atrás: hace cinco años que no sé lo que es estar sola, pero vivo rodeada de gente
.
En esa línea y más allá de los cálculos a los que se ve obligado cualquier artista que pertenezca al mainstream, Swift parece entender el mal generacional y hacerlo tierra fértil para sus canciones.
Como dijo alguien antes: alone with everybody. Y para cerrar a otro gran storyteller, si algún músico se pregunta cómo salir adelante la respuesta es sencilla: está flotando en el viento.